Esta serie de artículos constituyen un homenaje a muchas mujeres, la mayoría de ellas desconocidas para el gran público, que en circunstancias social
Esta serie de artículos constituyen un homenaje a muchas mujeres, la mayoría de ellas desconocidas para el gran público, que en circunstancias sociales y personales complejas, se atrevieron a desafiar las convenciones de su época para poder mover conciencias y conmover a través de su activismo comunitario y medioambiental.
Comenzamos la serie con Rachel Carson, una extraordinaria bióloga marina, zoóloga, genetista, escritora y divulgadora que, con gran sensibilidad y criterio científico, sentó las bases de la ecología y del ecofeminismo.
Una niña curiosa, ávida de aprender y apasionada de la naturaleza
Rachel nació en 1907 en la ciudad de Springdale, en Pensilvania y desde muy pequeña heredó de su madre un profundo amor por la naturaleza y su pasión por la lectura y la escritura (niña precoz y tremendamente curiosa, como veremos en otras protagonistas de esta serie, comenzó a escribir historias sobre los animales y el océano a los 8 años y realizó su primera publicación a los 11).
Uno de los aspectos que marcaron su visión del mundo y su deseo de preservar el medioambiente fue el hecho de que Springdale estuviera ubicada entre dos enormes plantas eléctricas de carbón, cuya actividad provocaba que la ciudad estuviera constantemente cubierta por una densa atmósfera de contaminación industrial de la que ningún directivo, según ella misma afirmó, se responsabilizó nunca.
Su libro “Primavera silenciosa”, publicado en 1962, es considerado un punto de inflexión en relación al concepto del lugar que ocupa la especie humana en el mundo. En él, la autora desvela uno de los problemas más graves que la Revolución Industrial y nuestras conductas han dejado en herencia al planeta: la contaminación y sus efectos. No en vano, Rachel escribe en el libro:
[…] por primera vez en la historia del mundo, todo ser humano está ahora en contacto con productos químicos peligrosos, desde el momento de su concepción hasta su muerte… Se han encontrado en peces en remotos lagos de montaña, en lombrices enterradas en el suelo, en los huevos de los pájaros y en el propio hombre, ya que estos productos químicos están ahora almacenados en los cuerpos de la vasta mayoría de los seres humanos. Aparecen en la leche materna y probablemente en los tejidos del niño que todavía no ha nacido.
El auténtico desafío de ser mujer en la ciencia
En una época en la que ser una mujer científica era un verdadero reto –y más cuando tienes que mantener y cuidar a tu familia, como era el caso de Rachel–, nuestra heroína consiguió licenciarse con honores en Biología en la Universidad Johns Hopkins, pero no pudo hacer el doctorado y seguir en la investigación, como era su auténtica pasión.
Por recomendación de una de sus profesoras consiguió un puesto temporal en el Departamento de Servicio de la Administración de Pesca y Vida Salvaje, donde escribió textos divulgativos de ciencia. Su tenacidad y determinación le llevó a aprobar el examen para ingresar en la administración pública con la máxima puntuación, convirtiéndose así en la segunda mujer contratada por este Departamento, donde publicó artículos y varios libros que tuvieron gran éxito, llegando a ser a ser nombrada editora jefe del mismo.
El poder de su primavera silenciosa: de mujer soltera, comunista, histérica y poco fiable a creadora del movimiento ecologista actual
En 1962, y tras varios años de profunda investigación sobre los devastadores efectos que los pesticidas, sobre todo el DDT, tenían sobre la naturaleza, Rachel publica “Primavera Silenciosa”, la que es considerada como su obra maestra, un clamor en favor de que el ser humano no se considere dueño de la naturaleza, sino parte de ella, como cualquier otro ser vivo.
“Cuanto más aprendía sobre el uso de pesticidas, más me horrorizaba”, escribió Rachel más tarde. “Lo que descubrí fue que todo lo que significaba más para mí como naturalista estaba siendo amenazado, y que nada de lo que pudiera hacer sería más importante”.
Unos meses antes de su lanzamiento, la obra se publicó por entregas en la revista New Yorker, lo que fue interpretado, dado los intereses económicos y políticos de la época, como una fuerte amenaza para las grandes corporaciones de la industria química y para el sector público, que venían siguiendo muy de cerca y con gran preocupación los pasos de Carson desde hacía tiempo.
La reacción de estas corporaciones, materializada en sanciones económicas para los medios que apoyaban el libro y en la publicación de artículos que perseguían desacreditar a Rachel, no se hizo esperar y la autora tuvo que hacer frente a terribles ataques tanto en relación a su faceta científica (con críticas no demostradas hacia la escasa fiabilidad de sus datos) como, y lo que es más grave, contra su faceta personal (llegó a ser acusada de ser una mujer “histérica”, “fanática de la naturaleza” y “solterona” –aludiendo a su condición de mujer científica de 55 años sin hijos– , e incluso fue catalogada por algunos altos cargos como una “posible amenaza comunista”, al más puro estilo del “mccarthismo” de la época).
Fue tal el impacto que causó la publicación del libro, que incluso Monsanto Chemical llegó a publicar una parodia titulada “The Desolate Year”, en la que se hablaba de cómo la no utilización de pesticidas provocaba la llegada de una terrible plaga de insectos que devastaba Estados Unidos.
Pese a todos los esfuerzos realizados por las grandes empresas químicas para acallar las denuncias de “Primavera Silenciosa”, el libro fue todo un éxito: en menos de tres meses se habían vendido más de cien mil copias, permaneciendo siete meses en la lista de “best sellers” del New York Times. Su efecto fue tal que desencadenó una investigación federal sobre el uso indebido de pesticidas, con audiencias en el Congreso y el endurecimiento de las regulaciones al respecto (se llegaron a introducir más de 40 proyectos de ley destinados a regular el uso de pesticidas).
El tsunami que provocó esta primavera fue tal, que hasta el propio Kennedy ordenó a sus asesores científicos la elaboración de una investigación sobre el tema, cuyo informe final le terminó dando la razón a Rachel: se crearían nuevos organismos de control como la Agencia de Protección Ambiental y ocho de los doce plaguicidas tratados en su libro serían prohibidos. “Hasta la publicación de Silent Spring por Rachel Carson, la gente en general desconocía la toxicidad de los pesticidas”, declaró el informe, recomendando que los residuos de pesticidas sean rastreados y monitoreados en el aire, agua, suelo, peces, vida silvestre y seres humanos.
Su legado, un manual para el futuro de la vida en la tierra
El legado que nos ha dejado Rachel Carson es incalculable. No en vano, un catedrático de Ecología dejó escrito hace no muchos años: “sin el libro de Rachel Carson, hoy seguramente no existiría Greenpeace”. Pero desgraciadamente, lo que no tiene precio para nosotr@s, sí tuvo un fuerte precio para ella, como sucede con muchas otras activistas. Mientras preparaba su libro, fue diagnosticada con cáncer de mama, por el que falleció dos años después. El destino mostró entonces su lado más trágico al acabar con su vida con un tipo de cáncer que ya en los años en que ella lo sufrió se asociaba a la exposición a productos químicos carcinogénicos, en cuyo listado adicionalmente ya se incluía el DDT.
Como homenaje póstumo, fue premiada con la Medalla Presidencial de la Libertad.
Rachel dijo en una ocasión que las generaciones futuras difícilmente perdonarían nuestra falta de preocupación. Y yo desde aquí te digo: Rachel, allá donde estés, como generación futura tuya, yo sí te agradezco de todo corazón tu coraje, lucha y determinación.
Gracias a ti, a tu obra y a tu testimonio, hoy celebramos el Día de la Tierra; a ti te debemos el desarrollo del movimiento filosófico y político que hoy llamamos ecologismo y el hito de que se hayan dictado numerosas leyes en muchos países del planeta para regular el uso de pesticidas y de otros productos químicos similares. Gracias a tu Primavera Silenciosa, una lectura obligada para cada ciudadan@ responsable, tenemos clara la conexión entre lo que sucede en el medio ambiente y nuestra salud. Y gracias a ti somos más conscientes que nunca de que en el planeta, tod@s som@s un@.
Ha sido un placer conocerte.
Este artículo está firmado por Vanessa Palomar Martínez, especialista en marketing digital, branding y seguidora de El Bien Social.
COMENTARIOS